Chile en la incertidumbre: La atípica Política Exterior que se viene

Por: Hans Reske / Redacción CIBEI Chile

Caracterizado entre otros países latinoamericanos por su estabilidad política, Chile hoy se enfrenta a un balotaje histórico, el más polarizado de su Historia republicana. Por primera vez se enfrentan, en lo que en jerga coloquial chilena se llama “segunda vuelta”, un candidato proveniente de la izquierda dura, contra un candidato de la derecha radical chilena.

El primero, Gabriel Boric, dirigente universitario militante de diversos movimientos de izquierda autonomista cercanos al anarquismo y en coalición con el partido comunista; contra José Antonio Kast, abogado e inversionista, católico a ultranza, militante de un partido adherente a la pasada dictadura militar del general Augusto Pinochet y en coalición con agrupaciones evangélicas fundamentalistas. Durante más de 30 años, desde el llamado “Retorno a la Democracia”, tanto en La Moneda como en el Congreso Nacional habían predominado una de dos fuerzas en coalición: La centroderecha, liderada por los partidos Renovación Nacional y Unión Demócrata Independiente, o la centroizquierda, liderada por los partidos Socialista, Radical, Por la Democracia y Democratacristiano. Por primera vez, ninguna de las dos fuerzas logra mayoría parlamentaria ni pasa al balotaje presidencial.

Por primera vez desde el final de la dictadura, el rol de Chile como actor internacional en el escenario sudamericano será dirigido por un presidente atípico, poniendo algo de incertidumbre en una balanza que pareciera oscilar peligrosamente entre Maduro o Bolsonaro. Ello hace necesario revisar, al menos someramente, el conjunto de propuestas que en materia de Política Exterior tiene cada candidato:

En primer lugar, el candidato Kast es bastante explícito en su raíz ideológica ya desde la enunciación de su política exterior en su programa de gobierno que, dividido en acápites, titula el que trata la materia como “Atrévete a Defender nuestra Soberanía”. En las 4 páginas de dicho acápite, el candidato promete, primeramente, en materia de Comercio Exterior “continuar abriendo mercados, eliminar las barreras arancelarias”. Luego avanza a lo más llamativo, proclamando que, en su gobierno, “Chile debe restablecer y hacer valer el principio de la Supremacía Soberana”, denunciando la, según él, excesiva injerencia de organismos internacionales en la política y legislación chilenas. Para ello propone abandonar el Principio de Supraconstitucionalidad de los Tratados Internacionales que hasta hoy ha primado en Chile, declarando que “La Constitución y las leyes chilenas deben tener precedencia sobre pactos o tratados internacionales aprobados y ratificados por nuestro país”, denunciando que hay tratados que son “instrumentos que se han mal empleado, menoscabando la soberanía y autodeterminación de Chile”.

Así, en la misma materia, propone una llamada “Racionalidad en la participación en tratados internacionales y presencia diplomática”, manteniendo sólo aquellos tratados que apoyen el “desarrollo económico-social” de Chile. En cuanto a las relaciones con organizaciones internacionales y con Estados, el programa va aún más allá, proponiendo explícitamente terminar con las “operaciones” de la FLACSO en Chile, denunciándola como una entidad de activismo político, y anunciando incluso que “Retiraremos a Chile del Consejo de Derechos Humanos de la ONU”, acusando que “la ONU ataca a Chile con diversas políticas y falsas acusaciones”. Además, se compromete a “Romper relaciones diplomáticas con Cuba y Venezuela”, acusándolas de ser regímenes dictatoriales de izquierda que “apoyan por medios ilegales y ocultos a grupos y partidos políticos de la extrema izquierda chilena”, anunciando incluso la coordinación con otros gobiernos latinoamericanos afines para “identificar, detener y juzgar agitadores radicalizados”. A la materia migratoria, le dedica un acápite completo, bastante explícito: “Atrévete a frenar la inmigración ilegal», proponiendo la elaboración de un “Estatuto de Expulsión de Inmigrantes ilegales”, la instalación de barreras físicas en la frontera “que incluyan la construcción de zanjas en los perímetros cercanos” a los pasos fronterizos y la instalación de campamentos militares en las zonas críticas.

Por el otro lado, en el programa de Gabriel Boric hay una absoluta ausencia de la Política Exterior. Por primera vez en la Historia de Chile un candidato no propone nada en la materia en su programa, sólo pudiendo encontrar sendas declaraciones de prensa en la materia, por parte del candidato, su equipo o partidos de su coalición. Pero ello tiene una explicación, dado el variopinto carácter y trasfondo ideológico de los movimientos que integran su coalición y el conflicto que ciertos asuntos en materia exterior han provocado a su interior. A modo de ejemplo, sólo hace algunas semanas el candidato condenaba en la prensa la reelección de Daniel Ortega en Venezuela, llamando a su coalición a condenar transversalmente las violaciones a los Derechos Humanos y los regímenes dictatoriales y autoritarios, y al mismo tiempo el Partido Comunista de Chile declaraba en la prensa su apoyo, felicitación y respaldo a la reelección del mismo gobernante en Nicaragua, provocando un desfile de declaraciones cruzadas entre el candidato y el principal partido de su coalición. Misma situación que se ha repetido en los últimos meses con la coyuntura de Cuba y Venezuela. La diversidad de actores políticos que giran en torno a la candidatura de Gabriel Boric -desde liberales de centroderecha hasta comunistas- le ha hecho algo imposible lograr definiciones en materia de política exterior. En otro ejemplo de oscilación interna, mientras el encargado de política exterior de su candidatura – el senador Juan Ignacio Latorre- afirmaba ante la academia y la prensa que sería necesario para Chile “revisar y evaluar los efectos positivos y negativos que han tenido los acuerdos de libre comercio” (Coincidiendo curiosamente con la candidatura de su contendor en cuanto a revisión de tratados ya suscritos y ratificados), el propio candidato declaraba ante la prensa que no se revisarían los tratados suscritos y ratificados por Chile. Es más, siendo el candidato hasta ahora un diputado por la austral Región de Magallanes, que históricamente siempre ha tenido problemas limítrofes con Argentina, y cuyos líderes históricos de manera transversal han sido tildados de “duros” para defender los intereses geopolíticos chilenos en la zona -particularmente a raíz de las polémicas territoriales en torno a los Campos de Hielo Sur y la Plataforma Continental- el candidato Boric ha guardado un criticado silencio. Tampoco ha declarado nunca sobre como se relacionará con los vecinos del norte, Perú y Bolivia. Tres Estados clave en el desarrollo geopolítico chileno, sus 3 países limítrofes. Todo ello, envuelto en las profundas diferencias que sus aliados tienen en la materia.

Así las cosas, el futuro de la política exterior chilena aparece como un campo incierto: Por un lado, un candidato con propuestas atrevidas y rupturistas, jamás vistas ni experimentadas en las relaciones internacionales del largo y delgado país sudamericanos, que podrían cambiar para siempre la forma en que se relaciona con el continente y con el mundo, tras 30 años de apertura y creciente participación en el concierto internacional. Por el otro, un candidato que no tiene una política exterior definida, carente de un programa en la materia y con profundas diferencias al respecto con sus aliados; dejando el camino abierto a la improvisación, el conflicto al interior del propio gobierno, la oscilación, y la incertidumbre absoluta. Sea quien sea el próximo presidente de la República de Chile, las relaciones internacionales y la política exterior del país van a cambiar, como nunca antes las vimos.

 

 

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