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Blog de Opinión por: Juan Manuel Severo Frers*
Hace poco más de tres semanas, el presidente estadounidense, Joe Biden, el
primer ministro británico, Boris Johnson y su par australiano, Scott Morrison, anunciaban conjuntamente la creación de AUKUS (Australia, Reino Unido y Estados Unidos), una alianza militar y estratégica que tiene como objetivo velar por los intereses en común en la zona del Indo-Pacífico.
El hecho de que esta iniciativa esté focalizada en esa región particular del mundo no es una sorpresa, desde que ya hace unos años se viene consolidando un desplazamiento geopolítico del poder y la riqueza, desde el Atlántico (históricamente el epicentro de los asuntos mundiales) hacia el Pacífico.
No obstante, si bien no ha sido mencionado explícitamente, no cabe duda de que el nuevo pacto tiene como finalidad última contener el avance y expansionismo chino en el Sudeste Asiático. Una realidad que preocupa sobremanera a Washington, pero en la que coinciden sus aliados regionales.
Y es que no es ninguna novedad que en los últimos años China ha incrementado y fortalecido su presencia comercial, financiera y militar en la región. Después de todo, no deja de ser su área de influencia natural: allí cuenta con importantes intereses económicos y geopolíticos que son la base
fundamental de su crecimiento y ascenso como potencia global.
Si queremos ser más precisos, lo que fundamentalmente está en juego en esta región neurálgica del Asia es el control de uno de los corredores marítimos con mayor valor geopolítico a nivel mundial: nos estamos refiriendo al Mar de la China Meridional, por donde transita gran parte del comercio marítimo mundial y que hoy es fuente de conflicto a partir de la reivindicación por parte de China como propio, afectando los intereses de Washington, por un lado, y desconociendo las reivindicaciones de los Estados vecinos, por el otro.
En la base de esa ingeniería anglosajona tampoco puede soslayarse el ambicioso proyecto chino de infraestructuras, mejor conocido como la “Nueva Ruta de la Seda” o “Iniciativa de la Franja y la Ruta”, el cual es percibido por Estados Unidos como un desafío comercial y militar de alcance global.
Es en ese marco que se inscribe la creciente cooperación diplomática, de seguridad y de defensa entre Washington y los países del Indo-Pacífico, en la que AUKUS es sólo la última evidencia de ello: anteriormente, ya habían hecho resurgir el pacto de seguridad conocido como QUAD (Diálogo de Seguridad Cuadrilateral entre Estados Unidos, Japón, Australia e India) y funcionarios de alto rango del gobierno de Estados Unidos – como la mismísima vicepresidenta Kamala Harris – habían estado de visita por la región.
No obstante, si bien AUKUS aparenta ser una iniciativa auspiciosa, también
es cierto que se enfrenta, por lo menos, a dos limitaciones, que nos lleva a ser más cautos en cuanto a su verdadero alcance y funcionamiento.
En primer lugar, esta alianza estratégica no deja de ser una apuesta que obedece sólo a una de las lógicas que caracterizan el vínculo sino estadounidense: la lógica de la competencia, que se manifiesta a partir de la
“geopolítica de las diferencias”.
Pero también hay otra lógica que explica gran parte de la relación entre ambas potencias y que puede condicionar su alcance: la lógica de la cooperación bilateral.
Es la que prevalece, por ejemplo, en lo que se conoce como “G2”, el canal de
diálogo que se ha abierto entre Estados Unidos y China, para tomar en conjunto las grandes decisiones mundiales, fundamentalmente en lo que respecta a cuestiones económicas y estratégicas.
Lo que explica esta faceta del vínculo es la conciencia de ambos actores de que se necesitan mutuamente y que la competencia extrema no es funcional a los intereses de ninguna de las dos partes, ya sea que Estados Unidos desee “reposicionarse”, o que China desee “posicionarse”, en el sistema internacional.
Como resultado, ambas potencias asumen la responsabilidad de mantener la estabilidad internacional, privilegiando la paz y la articulación de intereses económicos por sobre la fuerza y las ideas.
Por último, AUKUS se ha creado a costa de una crisis al interior de la alianza transatlántica (EEUU-UE), que eventualmente puede minar el pacto y repercutir en su desarrollo y evolución, atentando también contra la intención inicial de Biden de relanzar aquella alianza y recomponer los lazos con sus aliados tradicionales.
Concretamente, el impasse ha sido entre Estados Unidos y Francia, no sólo porque el acuerdo implica que Australia renuncie a adquirir submarinos franceses de propulsión diésel (algo que ya estaba acordado) y en su lugar adquiera submarinos estadounidenses y británicos de propulsión nuclear, sino también porque, al excluir a Francia de esta alianza militar, prácticamente se la está “ninguneando” geopolíticamente, ignorando sus intereses y pretensiones en la zona del Indo-Pacífico, donde aún controla territorios como Nueva Caledonia y la Polinesia.
*Lic. en Relaciones Internacionales y Ciencia Política.