Por: Ezequiel Mione

¿Es posible pensar al electorado como una sociedad de consumo desde las anteojeras de Joseph Schumpeter y Crawford Brough Macpherson?

En la tentativa de ilustrar qué tipo de vínculo guardan la democracia y el  mercado parece conveniente detenernos en las características de ambos y, de esta forma, explicitar el predominio de las similitudes o de las diferencias que tienen en común. Parémonos, antes que nada, en algunos conceptos familiarizados puntualmente con la economía como son la competencia, la oferta y la demanda y veamos cómo operan en escenarios como el mercado y la democracia, respectivamente.

La competencia es una disputa llevada a cabo por agentes privados dentro de un rubro del mercado donde buscan maximizar los dividendos económicos estimulando la decisión de compra. Ahora bien, para que exista una competencia es necesario el rol, desde ya fundamental, de los oferentes y los demandantes. Los primeros, en pos de mantener y, como aspiración principal, aumentar los números de ventas y así maximizar los ingresos, harán foco (a excepción de algunos casos) en los segundos, en su cuerpo de consumidores, es decir, en aquellos que demandan el servicio que desean – mientras se encuentre disponible en el mercado – a cambio de dinero. Para crear un feedback mucho más nítido que en tiempos anteriores existen herramientas como las entrevistas grupales (técnicamente conocidas como focus group), la segmentación de mercado mayormente de forma geográfica y demográfica y el avance en conjunto con la masividad de las redes sociales hizo más directo y simbiótico el contacto entre el vendedor y el consumidor.

Luego de hacer un breve repaso sobre éstos tres conceptos en el mercado, la primera pregunta que nos surge es, ¿Son aplicables ideas como la competencia, la oferta y la demanda en la democracia?

En “La democracia liberal y su época” (1977), C. B. Macpherson (1911-1987) gira en torno a un análisis económico de la democracia. El autor describe la existencia de una competencia entre dos o más partidos políticos por el voto de los individuos como algo propio de la democracia, de ese mecanismo, según palabras del letrado, donde el votante elige a sus decisores. Macpherson aborda la idea de competencia dentro de la política sentenciando que el voto tiene un valor de compra: el individuo compra al partido político que desee en tanto y en cuanto, siguiendo con la idea, éste último se encuentre en venta.

Años antes, Joseph Schumpeter (1883-1950) teorizaba con mayor extensión y profundidad los puntos en común entre las complejidades de la política y el mercado. El economista definió a la democracia como un sistema con bases en la lucha competitiva por el voto del electorado. Schumpeter plantea al mercado como una analogía de la democracia donde los partidos políticos se proyectan como una red de comerciantes y el electorado como una clientela. El autor menciona algunos condicionamientos acerca del rol de los partidos políticos y de los votantes. Estos últimos, por ejemplo, están
limitados a lo que se les ofrece, es decir, no existe un margen de elección que no sea acotado para el votante. La misma situación ocurre, siguiendo con la analogía, en el mercado desde la faceta del consumidor. Schumpeter no le da un lugar protagónico a las ideologías con respecto a los partidos políticos, más bien los banaliza dentro de la competitividad endógena de la lucha por el poder.

Después de este abreviado viaje literario podemos ver cómo ambos autores coinciden en la idea de visualizar a la política como una dinámica de mercado entre los ciudadanos y la administración pública. En este caso matricularemos a cada una de las tres herramientas de análisis empleadas: la competencia sería la lucha por el poder, es decir, la puja por atraer la mayor cantidad de intención de voto posible, los oferentes son los partidos políticos que, además de ser los actores de la lucha por el poder, ofrecen la representación política buscando seducir al electorado con sus propuestos, y, por último, los demandantes son los electores que buscan un representante que canalice sus intereses haciendo valer su poder fiduciario, el voto.

Cabe mencionar un fenómeno muy fuerte dentro del mercado y con similitudes notorias a la afiliación política que es la fidelización. Este término denota la fidelidad y la adherencia del consumidor con el producto o la marca. Si deseamos traer un ejemplo para agregarle claridad a la explicación de dicho concepto podemos fijarnos en el caso de Apple o en el de Coca Cola, donde los fieles consumidores de estas firmas no van a querer saber nada con un dispositivo o con una bebida que rompa con su lealtad.

Es necesario marcar que, además de todas las convergencias que repasamos desde la lente de Macpherson y Schumpeter entre la democracia y el mercado, existe una cuestión sustancial que los diferencia y es la capacidad distinta que existe a la hora de comprar y de votar. En el mercado depende del poder adquisitivo del consumidor el bien o el servicio que éste adquiera, ya sea por su calidad o por la cantidad, en cambio, en las democracias estables, el voto tiene el mismo valor en cantidad y en calidad
independientemente de la posición socioeconómica del votante.

Pensar la democracia desde el mercado coopera para comprender mejor el detrás de escena de la realidad social, desde percibir estrategias microdiscursivas en publicidades hasta observar a un candidato presidencial vendido como un mero producto. Darle lugar a estos pensamientos es entender el móvil de la analogía entre el comportamiento empresarial y el proceder de los partidos políticos para llegar al poder.

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