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Por: Pamela Lalama / Redacción CIBEI Ecuador
Tradicionalmente se tenía la concepción de que el desarrollo dependía del crecimiento económico; pero un cambio de paradigma, que me parece importante destacar, planteó que este estaba determinado ya no solamente por el aspecto económico sino también de las capacidades y libertades, teniendo como punto focal a las personas (Conconi y Viollaz, 2018).
Considero que esto fue un punto crucial para poder atender y comprender a mayor profundidad cuál era la situación o el grado de bienestar que tenían las personas. En especial, este cambio es valioso en el proceso de creación y definición de políticas, pues se comenzó a darle más importancia a otras variables (ejemplo la educación, la salud y las condiciones de vida), que buscarán precisamente un desarrollo humano.
Lo antes mencionado, dirige a pensar que no se debería buscar únicamente el crecimiento económico, a costa muchas veces del bienestar de las personas, sino una mejora de las condiciones de vida de las personas que traerá consigo un crecimiento económico. Sin embargo, ¿sucede esto en la realidad? Actualmente, muchos estados se manejan bajo un modelo económico basado en la adquisición de deuda para lograr bienestar (Economía y desarrollo, 2020), entonces surge la pregunta ¿Qué tan factible es una ampliación de las libertades y capacidades de las personas, en el largo plazo, bajo un modelo que depende del endeudamiento? A mi consideración poco factible, pues significa que las mismas están en dependencia de recursos que no se tienen, así como que, su mantenimiento y mejora es susceptible a efectos negativos cuando los momentos de crisis económicas llegan.
En esta línea, otro término que tradicionalmente fue ligado al análisis económico es la pobreza, al condicionarla al nivel de ingresos o consumos de las personas, como una problemática unidimensional. Pero, la pobreza involucra muchas aristas. En este sentido, atender esta problemática requiere que ser visualizada desde un plano multidimensional. Para ello, cabe destacar que son diversos los autores e instituciones que han proporcionado un concepto de pobreza. Encontramos, por ejemplo, la definición del Banco Mundial, que en los años 40 atribuyo a la pobreza un carácter económico entendiéndola como una operación estadística determinada por la renta de los estados; pero, en los años 90 cambia de perspectiva definiéndola como del no poder lograr una vida satisfactoria (Bazán Ojeda, Quintero Soto, y Hernández Espitia, 2011, p. 208-209). También, sobresalen: Amartya Sen quien sostiene que “La pobreza no es cuestión de escaso bienestar, sino de incapacidad para conseguir bienestar precisamente debido a la ausencia de medios” (Bazán Ojeda et al., 2011, p. 209); y, Paul Spicker quien aborda a la pobreza desde el ámbito social y psicológico (Bazán Ojeda et al., 2011, p. 210).
Para simplificar las diversas visiones y abordar el plano multidimensional que se requiere, definiría a la pobreza como la falta o limitación de las capacidades, opciones, oportunidades, recursos o los medios con los que cuentan los individuos para lograr una buena o mejor condición de vida. Esto lleva a la necesidad de identificar cuáles son los elementos que obstaculiza la reducción de la pobreza; los cuales son principalmente la carencia de ingresos, el acceso limitado a la educación, la precariedad de la salud y las carencias alimenticias (Bazán Ojeda et al., 2011, p. 212-214). Acorde a lo mencionado, considero que la disminución de estas carencias y limitaciones podría llevarnos un verdadero desarrollo. En síntesis, la pobreza se presenta como una falta de las dimensiones que el desarrollo debería aspirar a mejorar: las libertades y capacidades de las personas.
A su vez, otra problemática, que posee precisamente una fuerte relación con los anteriores términos, es la desigualdad que tiene que ver con la disparidad de oportunidades que se le presenta a individuos, grupos o países; lo cual, implica una dificultad para el desarrollo de los mismos, pues se ve limitado el ejercicio de sus libertades y capacidades. Por último, en consonancia me gustaría destacar que, se han creado a lo largo de los años medidas que van acordes a la necesidad de analizar a estas temáticas desde una perspectiva multidimensional, como el Índice de Desarrollo Humano (IDH), el Coeficiente de Desigualdad Humana y el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) (Conconi y Viollaz, 2018). Mismas que, en la actualidad, sirven y deben ser tomadas en cuenta, como pautas, para la creación o establecimiento de políticas públicas dentro de diversos países en el mundo. En definitiva, se vuelve necesario un análisis multidimensional de la pobreza por parte de los estados, para conseguir un desarrollo que impulse y genere condiciones de igualdad para todas las personas.
Referencias.
Bazán Ojeda, A., Quintero Soto, L. y Hernández Espitia, A. (enero-junio 2011). Evolución del concepto de pobreza y el enfoque multidimensional para su estudio. Quivera, 13(1), 207-219. https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=40118420013
Conconi, A. y Viollaz, M. (2018). Pobreza, desigualdad y desarrollo: discusión desde el enfoque de la capacidad. Open mind BBVA. https://www.bbvaopenmind.com/articulos/pobreza-desigualdad-y-desarrollo-discusion-desde-el-enfoque-de-la-capacidad/
Economía y desarrollo. (2020). Crisis económica mundial 2020 ¿Podríamos esperar el fin del modelo?. [Archivo de Vídeo]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=aeuM368vvY4