Por: María Alejandra Bolívar Rodríguez.
Luego de un exhaustivo proceso que incluía negociaciones, invitación por parte de la organización, la ratificación de la Convención y haber “depositado su instrumento de adhesión” (OCDE, s.f.), Colombia ha logrado ser nombrada miembro pleno de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) o también llamado “el club de las buenas costumbres” el 28 de abril de 2020. Pero ¿qué tan buenas costumbres tiene Colombia frente a los Estados pertenecientes de la organización? O ¿cómo logró Colombia el ingreso a un grupo tan selecto? Y, se debe tener en cuenta que Colombia no es el único país latinoamericano que logra entrar a la OCDE, pues ya desde hace unos años Chile y México son miembros activos de la organización. Sin embargo, son múltiples las preguntas que surgen alrededor del estatus que tiene Colomba en la organización, además, hay quienes tratan de analizar las consecuencias que este acontecimiento traería para el país.
La OCDE nace como reemplazo a la OCEE en 1961 para convertirse en un centro de cooperación de desarrollo institucional o, dicho de otra forma, la organización “opera como un think tank, recopilando datos y produciendo reportes sobre políticas públicas en un abanico amplio de temas como el medio ambiente, el mercado laboral, políticas educativas, entre otros.” (López, 2018) Los Estados miembros se reúnen para compartir sus experiencias en políticas públicas y cómo la aplicación de estás ayudarían a una solución más eficaz para el mejoramiento de la vida de los ciudadanos; y aunque el slogan sea “mejores políticas para una vida mejor” no todo son buenas prácticas, pues en este punto hay que resaltar la diferencia que hay entre crecimiento económico y desarrollo humano sostenible, donde el papel que desempeña Colombia estaría enmarcado en el crecimiento económico pero con una baja calidad de vida de sus ciudadanos, algo así como un país rico pero sin buenas prácticas (Agudelo, 2018).
Muchos son los factores que se pusieron sobre la mesa para analizar el ingreso de Colombia a la OCDE como algo negativo, por ejemplo, los costos que tendría que sobrellevar son muy altos, como es el pago de la cuota de membresía; adicional, para el país sería muy difícil cumplir con las exigencias de la organización, pues no cuenta con las capacidades institucionales, políticas y económicas, aun cuando ha puesto en marcha diversas reformas para que estas no sean un obstáculo, que le den soporte para el cumplimiento de estas, pues “la OCDE limita e impone ciertas normas que únicamente benefician a países más desarrollados” (Universidad Externado, s.f.), generando así una brecha entre las posibilidades de desarrollo a largo plazo que puede lograr un país como Colombia frente a otros con niveles de desarrollo más elevados.
Por otro lado, para Colombia ha sido un gran avance respecto al posicionamiento que ha logrado en el escenario internacional desde su entrada a la organización, teniendo en cuenta que tal visibilidad le permite un aumento de la inversión extranjera directa y dejar a un lado el unilateralismo para darle la bienvenida al multilateralismo (Arroyave, 2018). Sumado a esto, “se destaca el hecho de acceder con mayores facilidades y preferencias a importantes recursos que sirven para adelantar planes y programas de financiamiento, entre otros asuntos, obras de infraestructura, del presupuesto nacional” (Vargas, 2018) y fortalecer el proceso que se está llevando a cabo con el posconflicto.
Por último, “el valor agregado de hacer parte de los formuladores de buenas prácticas de la OCDE radica en que Colombia podrá llevar las experiencias propias al diseño de éstas, y así mismo, generar dinámicas en torno a la búsqueda de políticas” (Universidad Externado, s.f.) acorde a las necesidades internas del país, es decir, las políticas públicas que se formulen tendrán la orientación y evaluación de la organización para que su aplicación y resultado tengan un impacto positivo en el proceso de desarrollo del país.
Lo cierto es que las diversas reformas (referente principalmente a las condiciones laborales de los ciudadanos) y la creación de nuevas políticas públicas para lograr el ingreso a la organización demuestran que, aunque no se cuente con una estructura institucional interna sólida, si es posible prever la necesidad que tiene Colombia de generar un cambio que produzca mayor desarrollo y a su vez que den paso a unas mejores prácticas.
Para concluir, (Sin embargo), por algo se debe empezar, y lo cierto es que durante el extenso proceso que tuvo que llevar a cabo el país para poder lograr el ingreso a la organización, tuvo que realizar ciertas reformas y formular nuevas políticas públicas en especial en lo referente a las condiciones laborales de los ciudadanos, esto demuestra que, aunque no se cuente con una infraestructura interna buena, si se ve la necesidad de un cambio que lleve al país a un desarrollo constante y a unas mejores prácticas. El papel que cumple Colombia dentro de la OCDE es decisivo no solo para las diversas estrategias que genera tan selecto grupo, sino también lo que los colombianos puedan dar y recibir de esta, pues estos grandes pasos que está dando Colombia en materia internacional es un trabajo mancomunado de toda la población.
Referencias:
Agudelo, J. (11 de Octubre de 2018). Colombia en la OCDE, ¿hacía buenas prácticas? . El Espectador, pág. 3.
Arroyave, M. (2018). Los retos de la adhesión de Colombia en la OCDE en materia de diplomacia y Relaciones Internacionales. Revista Javeriana, 6.
López, J. (29 de Mayo de 2018). En el club de los ricos. Obtenido de La silla vacía: www.lasillavacia.com
OCDE. (s.f.). Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Obtenido de https://www.oecd.org
Universidad Externado. (s.f.). Universidad Externado de Colombia. Obtenido de Los retos del ingreso de Colombia a la OCDE: www.uexternado.edu.co/economia/los-retos-del-ingreso-de-colombia-la-ocde/
Vargas, L. (2018). Colombia en la OCDE. Las realidades de su adhesión. Bogotá: Konrad Adenauer Stiftung.