Autor: Carlos Hernández. Internacionalista UJTL.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, millones de judíos huyeron de Europa escapando de los horrores que habían tenido que soportar durante el holocausto. Al encontrarse dispersos sin un territorio fijo, muchos de ellos decidieron establecerse en territorio palestino que para entonces estaba bajo mandato británico.

La Resolución 181 de 1947 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, estableció la partición de Palestina en dos Estados, uno judío con el 53,6% y otro árabe con el 48,7% del territorio, además un 2,7% bajo control internacional sobre las ciudades de Belén y Jerusalén.

La intención en ese momento de resolver la disputa entre árabes y judíos, lo único que produjo fue reactivar un conflicto con tintes históricos, que tiene su esencia en la ocupación de un mismo territorio y la negación de un reconocimiento mutuo como Estado.

Israel y Palestina hacen presencia de nuevo en el escenario internacional, en esta ocasión se trata de la operación Margen Protector, una ofensiva del ejército israelí en contra del movimiento de resistencia islámico Hamás, organización que gobierna la Franja de Gaza desde el año 2007. La operación que empezó en el mes de julio, proviene de una cadena de lamentables eventos que incluye la desaparición y posterior asesinato de tres jóvenes israelíes en Cisjordania. La evidente reacción de Israel produjo la muerte de dos niños palestinos, lo cual complicó aún más la situación en una zona de constante tensión, donde cualquier chispa produce un polvorín.

La Franja de Gaza, es un pequeño territorio de 40 kilómetros de largo y 10 de ancho, donde viven confinados 1.3 millones de palestinos. Desde allí se produjo el lanzamiento de cientos de cohetes hacia territorio judío, lo que ha provocado una aplastante acción contestaria por parte de Israel, lo que arroja un balance lamentable: hasta la fecha habían muerto más de 900 palestinos, 35 israelíes y más de 140.000 desplazados.

La crisis se ha desencadenado a pocas semanas de haberse reunido en el Vaticano el Papa Francisco, el Primer Ministro Israelí Benjamín Netanyahu y el Primer Ministro Palestino Mahmud Abbas, encuentro en el cual se hizo un llamamiento a la paz entre ambas naciones, buscando que la diplomacia apaciguara un conflicto sui generis, que mezcla nacionalismo, religión y la disputa que a través de los siglos se ha presentado por la llamada tierra santa.

Hay dos puntos clave para considerar dentro del conflicto, que pueden ser el punto de partida para un acuerdo de paz, por lo menos transitorio. El primero de ellos es que Israel cuenta con el derecho a la seguridad de su territorio, cuando el mismo se vea amenazado. El segundo y no menos importante es que no todos los palestinos son Hamás. El bloqueo y la desproporción militar de las que son objeto, sólo produce miseria y resentimiento, combustible inevitable para alimentar la guerra.

Es incierto aún como puede llegarse a un establecimiento de la paz en la región con la creación de un Estado Palestino, su reconocimiento por parte de Israel, así como el reconocimiento al derecho de existencia de Israel por parte de las naciones árabes islámicas que lo rodean en una de las zonas geopolíticas más convulsas e inestables del mundo, en donde juegan poderosamente los intereses de Estados Unidos como superpotencia.

Se ha sugerido que Israel y Palestina aún siendo contrapartes tan polarizadas, deben buscar una salida negociada al conflicto como una puerta hacia el futuro ya que son quienes más padecen el conflicto. Desde luego que una pacificación entre Israel y Palestina serviría enormemente a la reducción de las tensiones en todo Oriente Medio para evaporar las causas de conflictos internos y regionales que persisten en la zona. Sólo queda esperar que este nuevo capítulo de violencia sea prontamente superado, que radicalismos y extremismos piensen un poco en su pueblo.

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