Por Daniel Rodríguez Suárez. Director CIBEI.

El estudio de los temas que atañen a la política internacional en Colombia no es de vieja data, más aún cuando se compara con el largo camino que han recorrido los otros programas derivados de las ciencias políticas. La popularidad de los programas de relaciones internacionales y áreas afines llegó a su cúspide en los años 80s, en un contexto de disertación diplomática sobre la necesidad de reevaluar la preeminencia de la histórica lealtad hacia el norte ( Respice Polum) por una renovada política exterior de mayor importancia hacia el vecindario (Respice Similia)1.

Hoy en día la oferta académica del área es muy variada. En un mercado creciente y altamente competitivo los centros educativos han tenido que por optar por la diferenciación a través de líneas de especialización, por suerte una de las características de la profesión es su multidisciplinariedad, así por ejemplo, se encuentra el programa de Finanzas y Relaciones Internacionales, Derecho y Relaciones Internacionales, Negocios y Relaciones Internacionales, y Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Todos con alta y progresiva demanda.

 Vale aclarar que el primer programa de Relaciones Internacionales fue de la Universidad Jorge Tadeo Lozano creado en 1959 bajo el nombre de Diplomacia y Relaciones Internacionales.

Esta estrategia educativa ha tenido buenos resultados para las universidades, no obstante, en el mercado laboral la cuestión es muy distinta. La oferta de empleos para los expertos en política internacional, sea cual sea su enfoque, es muy escaza, lo que ha generado un alarmante desplazamiento hacia otros oficios que, en su gran mayoría, poco tienen que ver con el área de formación. En un estudio realizado por el Centro Iberoamericano de Estudios Internacionales encuestando a 250 profesionales de Relaciones Internacionales, el 42% de los consultados no cuenta con un puesto de trabajo y 107 personas no están ejerciendo su profesión. Cerca del 50% de las personas aseguran no haber cumplido con las expectativas al finalizar su carrera y enfrentarse al mundo laboral.

Los profesionales coinciden en señalar que el perfil del egresado ofrecido por las universidades se aleja de la realidad. Al finalizar la carrera los profesionales buscaban principalmente ser parte del servicio diplomático y consular colombiano, ingresar a una multinacional y hacer parte de un organismo internacional, en menor medida ejercer como académico e investigador.

Ahora bien, el servicio diplomático y consular en Colombia está construido sobre el denominado “clientelismo diplomático”. Se debe insistir en la imperiosa necesidad de reformarlo, por supuesto todos entendemos que no es una tarea fácil. Los cargos diplomáticos se han convertido en una especie de “botín” para los amigos de los gobernantes de turno, que en la mayoría de los casos los usan como comodines políticos. Por supuesto que esta transformación no es una tarea sencilla, pero tampoco imposible. Las grandes reformas estatales no se dan de la noche a la mañana y se alimentan del activismo por parte de los sectores interesados, junto con el liderazgo de quienes verdaderamente se interesan por profesionalizar el servicio exterior colombiano. La sonada reforma pasa por el aumento del porcentaje de cargos de carrera Vs los cargos de libre nombramiento y remoción (cargos políticos). Es vergonzoso que uno de los países emergentes más importantes del siglo XXI provea cerca del 80% de los puestos diplomáticos a cambio de los famosos “favores políticos”. Mientras que el restante 20% se lo disputan entre todas las profesiones (sin distinción), mediante el concurso de ingreso, y que según rumores de los pasillos de San Carlos, el proceso también se encuentra politizado. Es una paradoja comparar las posibilidades de hacer parte del cuerpo diplomático con el notable crecimiento del número de egresados de Relaciones Internacionales y áreas afines.

Concluyendo, la problemática del sector pasa por el vago conocimiento de las competencias de los internacionalistas por parte de los empleadores, la mencionada politización de los cargos diplomáticos y demás cargos públicos, y un asunto en que coincidimos todos: los desganados esfuerzos de las universidades por generar contacto con el sector productivo.

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